10 agosto 2011

Gracias madre, por no estar ahí nunca...


Me encantaría decir que esto solo ocurre desde que entre en la adolescencia, y que tan pronto como salga de ésta, todo irá mejor, bien. Pero no es así, porque esto inició desde que tengo memoria, desde que era pequeña e inocente.

¿Cómo es posible que la persona que me trajo a este mundo, mi progenitora, sea la única en lograr ponerme inmensamente triste? Aquella que me amó incondicionalmente y me juró que todo estaría bien, que siempre me cuidaría.

No obstante, no todo es ideal ni perfecto, sí, el principio siempre es maravilloso… pero tampoco es para siempre. Sí, mi progenitora que me gritó innumerables veces, que me dijo que yo no sería capaz de hacer aquello que tanto amo y por lo que vivo. Ella, que quitó toda esperanza de mí, ella, que arrancó infinitos amargos sollozos de mi garganta. Nunca creyó en mí. Se quejó de su propia hija una y otra vez.
Sí, mi madre. Ella que nunca estuvo cuando de verdad la necesitaba, ella que nunca supo adivinar las razones de mi llanto, ella que… no me conoce.

Gracias, madre, por no estar ahí nunca, por no ayudarme en los caminos más difíciles de mi adolescencia, por hacer todo más horrible.

Sí, vivimos bajo el mismo techo, pero pareciera que vivimos en universos diferentes.

Sí, el amor de una madre es incondicional, pero el de un hijo… puede llegar a acabarse.



-A

2 comentarios:

marly dijo...

creo que te entiendo demaciado para ser verdad, pero es que al verdad yo doy gracias a eso, gracias a eso soy independiente, soy fuerte y valgo solo por mi misma :)
besos

-A dijo...

Si, creo que este tipo de cosas nos ayudan a ser más fuertes...